Basilica de San Juan de Letrán

Indice

  1. Historia

  2. El exterior de la Basílica

  3. El interior de la Basílica

  4. La Escalera Santa y el Sancta Sanctorum

La Archibasílica del Santísimo Salvador y de los Santos Juan Bautista y Juan Evangelista, mejor conocida como San Juan de Letrán, es la madre y cabecera de todas las iglesias de Roma y del mundo, y tendrá un papel central durante el Jubileo 2025. Este lugar sagrado, símbolo de la cristiandad universal, será destino para miles de peregrinos que participarán en los eventos jubilares, celebrando la fe y el renacimiento espiritual en uno de los lugares más importantes de la tradición cristiana.

Historia

La Basílica de San Juan de Letrán, madre de todas las iglesias de Roma y del mundo, encierra en sí misma una historia de espiritualidad, arte y política que abarca casi dos milenios. Este extraordinario templo ha sido el centro de numerosos eventos significativos. Estos eventos son importantes no solo para la ciudad de Roma, sino para toda la cristiandad, incluidos los Jubileos que marcan profundamente el camino de la Iglesia.

Los orígenes entre la leyenda y la realidad

El origen de la Basílica de San Juan de Letrán se remonta a la época del Emperador Constantino. En el siglo IV, Constantino cedió al entonces Papa Milcíades un terreno que incluía el palacio de la familia Laterani, una de las familias más prominentes durante el Imperio Romano. Tras su victoria sobre la conflictividad religiosa y la aprobación del Edicto de Milán, que promovía la tolerancia religiosa y la libertad de culto en 313, Constantino decidió construir la primera Basílica cristiana en este terreno. En 324, el Papa Silvestre I la dedicó a Cristo Salvador, marcando un momento fundamental para la comunidad cristiana y sentando las bases para un lugar que acogería a millones de peregrinos en los siglos venideros. En el siglo IX, el Papa Sergio III añadió la dedicación a San Juan Bautista, enriqueciendo aún más su significado espiritual y religioso. A finales del siglo XII, se introdujo la dedicación a San Juan Evangelista por el Papa Lucio II, otorgando a la basílica el título completo que aún lleva hoy.

Una de las leyendas más conocidas sobre la fundación de la basílica es la de la lepra de Constantino. Al emperador afectado por esta terrible enfermedad, una noche le aparecieron en sueños San Pedro y San Pablo, quienes le dijeron que solo sanaría si recibía el bautismo. Entonces, Constantino envió a buscar al Papa Silvestre I, que por temor a las persecuciones se había refugiado en el monte Soratte; el pontífice regresó y bautizó al emperador. Este sanó de la lepra y, en señal de reconocimiento, construyó la basílica de San Juan.

La antigua basílica

La basílica original, conocida como la Basílica Aurea por su imponente belleza, era originalmente muy similar en arquitectura al edificio actual: tenía murallas perimetrales que en gran parte se superponen a las actuales. El interior estaba caracterizado por cinco naves separadas por elegantes columnas de mármol con capiteles de estilo corintio. El transepto se extendía solo a través de las tres naves centrales, mientras que las dos naves exteriores eran más cortas y terminaban en dos aulas cuadradas que sobresalían ligeramente más allá de las murallas laterales.

La basílica sufrió numerosos daños debido a saqueos y terremotos, así como a diversas reconstrucciones a lo largo de los años, reflejando las vicisitudes y transformaciones de la propia Roma. Durante aproximadamente mil años, desde su fundación hasta principios del siglo XIV, la Basílica de San Juan de Letrán y los edificios que se erigieron a su alrededor fueron la sede del papado. Cuando los papas trasladaron su residencia a Francia, a Aviñón, el Letrán quedó semiabandonado. Al regreso del papado a Roma, los pontífices prefirieron el Vaticano a la sede lateranense.

La Restauración Emprendida por Borromini

Francesco Borromini fue encargado por el papa Inocencio X de proceder con los trabajos de restauración de la basílica en vista del Jubileo de 1650. Los trabajos comenzaron en 1646 y se llevaron a cabo con gran celeridad para poder inaugurar la basílica en ocasión del Año Santo. En 1649, de hecho, la obra se completó. Borromini intervino abriendo en las paredes de la nave cinco grandes arcos, intercalados por parejas de pilares gigantes con capitel corintio; entre los pilares se construyeron 12 edículos donde, algunos años más tarde, se colocaron las estatuas de los Santos Apóstoles.

Borromini también diseñó la remodelación de algunas capillas interiores y la reestructuración del claustro, aplicando su inconfundible estilo barroco, que todavía se admira hoy, caracterizado por formas audaces e innovaciones estructurales que marcaron una época en la historia de la arquitectura italiana.

El exterior de la Basílica

El exterior de la Basílica de San Juan de Letrán es un verdadero manifiesto de la arquitectura eclesiástica que refleja la evolución estilística atravesada a lo largo de los siglos. Situada en el corazón de Roma, esta basílica no solo sirve como catedral del Papa, sino que también es un lugar central para el Jubileo, cuando la Puerta Santa se abre solemnemente para recibir a los fieles de todo el mundo.

La Fachada

La actual fachada, que da a la Plaza de San Juan de Letrán, fue realizada en el siglo XVIII por Alessandro Galilei y constituye un ejemplo paradigmático del equilibrio entre la majestuosidad clásica y la elegancia del tardobarroco. La fachada es imponente, con una amplia escalinata que conduce a las cinco puertas, de las cuales la central, particularmente elaborada, está reservada para el uso papal. Esta gran puerta está enmarcada por columnas corintias y coronada por un tímpano que contiene estatuas de Cristo y varios santos, creando una imagen icónica que simboliza la entrada en el corazón espiritual de Roma.

Por encima de la fachada se eleva el loggiado, añadido por Borromini en el siglo XVII, que contiene estatuas de los Apóstoles y otras figuras bíblicas, cada una esculpida con maestría, mirando hacia la ciudad eterna. Este loggiado no solo enriquece estéticamente la estructura, sino que también actúa como un vínculo visual entre la basílica y los fieles, elevando aún más su estatus como símbolo de la cristiandad universal.

La Puerta Santa

La Puerta Santa, situada en la extrema derecha de la fachada, es uno de los elementos más significativos durante el Jubileo. Según la tradición católica, atravesar esta puerta durante el Año Santo ofrece indulgencia y la remisión de los pecados. La puerta misma está decorada con relieves que narran escenas bíblicas y eventos clave de la historia de la Iglesia, sirviendo como un poderoso recordatorio visual de la herencia cristiana y del perdón.

El interior de la Basílica

El interior de la Basílica de San Juan de Letrán es un testamento vivo de su importancia histórica y espiritual, con dimensiones colosales y decoraciones exquisitas. La basílica no solo alberga ritos importantes del Jubileo, sino que también actúa como un archivo arquitectónico de la transición de la Edad Media a la era moderna.

Descripción

Al entrar en la basílica, el visitante se siente inmediatamente impactado por la grandeza de la nave principal, cuyo cielo raso decorado y ornamentado domina el espacio sagrado. Borromini, en el siglo XVII, aportó contribuciones significativas a la remodelación de la basílica, influyendo profundamente en el interior con su distintivo estilo barroco. El cielo raso, adornado con dorados y frescos que ilustran escenas bíblicas, crea una atmósfera de divina magnificencia.

Las columnas macizas que delimitan la nave central no solo soportan físicamente la construcción, sino que también elevan el espíritu de los visitantes, guiándolos visualmente hacia el altar principal. Este altar es el corazón palpitante de la basílica, donde se dice que fue utilizada la mesa de San Pedro, haciendo de este lugar algo extremadamente significativo durante el Jubileo y los períodos de peregrinación.

Además de la arquitectura y las decoraciones, San Juan de Letrán es también famosa por sus tumbas papales, que incluyen algunos de los pontífices más importantes de la historia de la Iglesia. Estas tumbas, a menudo consideradas obras de arte elaboradas, están integradas en la arquitectura de la basílica y ofrecen una conexión tangible con la historia de la Iglesia, convirtiendo cada rincón de la basílica en un testimonio de la fe y la tradición católica.

Los transeptos de la basílica, también ricamente decorados, contienen importantes obras de arte, incluidos mosaicos que datan de los primeros siglos de la Iglesia. El magnífico ábside decorado con mosaicos es uno de los aspectos más espectaculares del interior de la basílica.

Tumbas, pinturas y mosaicos

Dentro de la basílica, las tumbas de los pontífices representan algunas de las obras de arte y conmemoración más significativas. Estos monumentos funerarios no solo sirven como últimos lugares de descanso para los líderes espirituales de la Iglesia Católica, sino que también son obras maestras escultóricas que reflejan el arte y la estética de los períodos en que fueron creados. Entre ellas destaca el monumento a Papa Clemente XII, ubicado en la nave izquierda. Realizado por Carlo Marchionni, este majestuoso monumento barroco está adornado con alegorías de la Prudencia y la Beneficencia, subrayando el vínculo entre el pontífice y las virtudes cristianas

Las paredes de la Basílica de San Juan de Letrán embellecen con una serie de pinturas que narran eventos clave de la Biblia y la historia de la Iglesia. Estas obras, realizadas por artistas de diversas épocas, no solo decoran el interior de la basílica, sino que también funcionan como herramientas didácticas y meditativas para los fieles. Entre las pinturas más notables se encuentran las situadas en la sacristía, obra de artistas del calibre de Sebastiano Conca, que representan escenas de la vida de San Juan Bautista.

Los mosaicos son una de las características más distintivas de San Juan de Letrán. El más célebre es sin duda el que adorna el ábside, una obra maestra que data del siglo XIII y que ha sido restaurada a lo largo de los siglos. Este mosaico representa a Cristo rodeado de santos y ángeles, un tema recurrente en la iconografía cristiana que aquí se interpreta con majestuosidad y una grandeza visual extraordinarias. La técnica del mosaico crea un efecto vívido que enriquece la atmósfera espiritual de la basílica con su juego de luz y color.

La Escalera Santa y el Sancta Sanctorum

Uno de los aspectos más únicos y espiritualmente significativos de la Basílica de San Juan de Letrán es la presencia de la Escalera Santa y del Sancta Sanctorum, dos sitios impregnados de historia y devoción que atraen a peregrinos de todo el mundo, especialmente durante el periodo del Jubileo.

La Escalera Santa

La Escalera Santa, situada inmediatamente al lado de la Basílica de San Juan de Letrán, está compuesta por veintiocho escalones de mármol que, de acuerdo con la tradición cristiana, fueron pisados por Jesús durante su Pasión, precisamente en el palacio de Poncio Pilato en Jerusalén. Según la leyenda, estos escalones fueron transportados a Roma por la madre de Constantino, Santa Elena, en el siglo IV, tras su peregrinación a Tierra Santa. Hoy en día, la Escalera Santa representa un importante destino de peregrinación, particularmente durante el Jubileo, cuando los fieles suben los escalones de rodillas, en un acto de penitencia y meditación sobre el sufrimiento de Cristo.

Desde el punto de vista arquitectónico, la Escalera Santa está protegida por una cubierta de madera para preservar los escalones originales, pero las aperturas permiten ver el mármol sobre el cual, según la tradición, se derramó la sangre de Cristo. Esta característica otorga al lugar una intensa carga emocional y espiritual. La Escalera conduce al Sancta Sanctorum, haciendo del recorrido una profunda experiencia de reflexión y oración.

El Sancta Sanctorum

El Sancta Sanctorum, literalmente el "Santo de los Santos", es una capilla que alberga algunas de las reliquias más sagradas de la cristiandad. Originalmente la antigua capilla papal del Palacio Lateranense, el Sancta Sanctorum se hizo conocido por su sacralidad y por las reliquias que alberga, que incluyen trozos de la Verdadera Cruz, los restos de varios santos y otros objetos venerados. El acceso fue históricamente reservado solo para el Papa, de donde proviene el nombre, indicando su estatus como uno de los lugares más sagrados de Roma.

Desde el punto de vista arquitectónico, el Sancta Sanctorum es notable por sus ricos mosaicos medievales, que se consideran entre los más antiguos y mejor conservados de Roma, custodiando la esencia de la fe a lo largo de los siglos. Además, la capilla está decorada con frescos del siglo XIII, que han sido restaurados a lo largo de los años para preservar su brillantez original.

La puerta del Sancta Sanctorum está revestida de bronce y presenta relieves que representan escenas de las Escrituras, simbolizando el paso del mundo terrenal al mundo espiritual. La solemnidad y belleza de esta puerta refuerzan aún más el significado espiritual del lugar.

La Scala Santa y el Sancta Sanctorum están profundamente arraigados en la tradición espiritual de Roma y de la Basílica de San Juan en Letrán. Ofrecen a los fieles una conexión tangible con la historia religiosa y con las prácticas de penitencia y oración que son centrales en la fe católica. Durante el Jubileo, estos lugares se convierten en centros para la celebración del perdón y la misericordia, atrayendo a miles de peregrinos deseosos de seguir los pasos de Cristo y acercarse a la santidad a través de la oración y el sacrificio personal.