Basílica de Santa María la Mayor

Indice

  1. Historia

  2. El exterior de la Basílica

  3. El interior de la Basílica

La Basílica de Santa María la Mayor, constituida como una de las joyas arquitectónicas y espirituales de Roma, será un lugar de gran importancia durante el Jubileo 2025. Con sus raíces hundidas en una rica historia de fe y leyenda, esta basílica acogerá a miles de peregrinos que visitarán Roma para celebrar el Jubileo, ofreciendo una experiencia única de espiritualidad y devoción en uno de los lugares sagrados más representativos de la Ciudad Eterna

Historia

La Basílica de Santa María la Mayor no solo es una de las obras maestras arquitectónicas de Roma, sino que también está rodeada de una fascinante leyenda que explica su origen.

La leyenda

Según la tradición, en el año 352 d.C., un patricio romano llamado Giovanni y su esposa, carentes de herederos, decidieron dedicar su fortuna a la Virgen, esperando un signo divino. En la noche entre el 4 y el 5 de agosto, en una visión onírica, la Virgen María apareció a Giovanni y al Papa Liberio, indicando el lugar donde quería que se edificara una iglesia: una colina que al día siguiente se cubriría milagrosamente de nieve. De hecho, a pesar de ser agosto, la colina Esquilina amaneció cubierta de nieve al día siguiente, y sobre el terreno nevado, el Papa trazó el perímetro de la futura basílica.

La huella de Sixto III

La decisión de construir la basílica estuvo estrechamente ligada a los eventos del Concilio de Éfeso del 431 d.C., donde se proclamó el dogma de la divinidad de María como Madre de Dios (Theotókos). Este dogma representó un punto de inflexión en la teología cristiana, y Papa Sixto III deseó que Roma contara con un lugar de culto dedicado a celebrar esta importante enseñanza.

La construcción de la Basílica de Santa María la Mayor comenzó en el 432 d.C. bajo la guía de Sixto III, poco después de la conclusión del Concilio de Éfeso. El Papa estaba decidido a crear un monumento que no solo honrara a María, sino que también simbolizara la victoria de la ortodoxia cristiana contra la herejía de Nestorio, quien negaba a María el título de Madre de Dios.

La basílica original fue construida según el clásico estilo basilical, típico de las iglesias paleocristianas, con una gran nave central flanqueada por dos naves laterales, separadas por filas de columnas de mármol que sostenían arquitrabes, sobre los cuales se elevaba un claristorio iluminado por ventanas. Esta estructura estaba cubierta por un techo de madera a dos aguas. El ábside, situado en el extremo oriental de la iglesia, albergaba el trono episcopal y el altar mayor, elementos centrales para el culto litúrgico.

La contribución más significativa de Sixto III a la basílica fue la inclusión de magníficos mosaicos, muchos de los cuales aún sobreviven hoy en día y son algunos de los ejemplos más antiguos de arte cristiano en Roma. Estos mosaicos, situados en la nave central, en el arco triunfal y en el ábside, representan escenas de la vida de Cristo y de la Virgen María, así como temas del Antiguo Testamento que prefiguran y celebran la maternidad de María y su importancia en el plan de salvación cristiana.

Las modificaciones sucesivas

En los siglos posteriores, la basílica fue objeto de numerosas modificaciones y restauraciones. Durante el Renacimiento y el período barroco, la basílica sufrió transformaciones significativas que enriquecieron aún más su interior con verdaderas obras maestras del arte. Entre ellas, el techo dorado realizado durante el pontificado de Alejandro VI, que rindió homenaje al primer oro traído de América, y la creación de nuevas capillas que enriquecen la narrativa artística y espiritual del lugar.

Cada año, el 5 de agosto, la Basílica de Santa María la Mayor celebra el Milagro de la Nieve, recordando así tanto su legendaria fundación como a su fundador histórico, el Papa Sixto III, quien, con visión y devoción, creó uno de los santuarios marianos más venerados del mundo cristiano. Este evento no solo atrae a numerosos fieles y turistas, sino que también subraya el profundo vínculo entre la basílica, la ciudad de Roma y el culto mariano en el corazón de los creyentes.

El exterior de la Basílica

El exterior de la Basílica de Santa María la Mayor refleja siglos de evoluciones arquitectónicas y artísticas que han enriquecido a Roma con uno de sus monumentos más emblemáticos.

La fachada

La actual fachada, realizada por el célebre arquitecto Ferdinando Fuga, es un ejemplo magistral de la arquitectura barroca, completada con ocasión del Año Santo de 1750. Esta fachada se caracteriza por dos órdenes distintos y una logia central que enmarca magníficamente los mosaicos del siglo XVI que narran el Milagro de la Nieve, evento fundacional de la basílica.

El primer orden de la fachada presenta un pórtico con cinco magníficas aberturas con dinteles que acogen a los fieles y visitantes, otorgando a la estructura una impresionante sensación de acogida y majestuosidad. Por encima, el segundo orden está dominado por una enorme logia de tres arcos, siendo el arco central significativamente más alto y rematado por un tímpano triangular. Este espacio abierto permite contemplar la plaza y ofrece un lugar destinado a la bendición durante las importantes celebraciones.

A los lados de la fachada, dos campanarios simétricos logran un equilibrio visual encantador en el edificio. Estos no solo enriquecen estéticamente el perfil de la basílica, sino que también desempeñan una función litúrgica con sus campanas que llaman a los fieles a la oración.

El Campanario

Particularmente notable es el campanario a la derecha, el más alto de Roma, que se eleva a 75 metros. Construido en 1377 durante el pontificado de Gregorio XI, el campanario es un ejemplo valioso de arquitectura gótica y sirve como un punto de referencia visible desde muchas partes de la ciudad. Su grandeza no solo acentúa la espiritualidad del lugar, sino que también testimonia las diversas etapas históricas y artísticas a través de las cuales la basílica ha evolucionado.

Bajo el pórtico, a la derecha, se encuentra la estatua de bronce de Felipe IV de España, realizada en 1692 por Girolamo Lucenti según un diseño de Gian Lorenzo Bernini, que añade un nivel adicional de arte e historia al exterior de la basílica.

La Puerta Santa

La Puerta Santa de la Basílica de Santa María la Mayor se encuentra en el lado izquierdo del pórtico y tiene una importancia crucial durante el Jubileo. Tradicionalmente, esta puerta solo se abre durante los años del Jubileo, simbolizando una entrada especial hacia la redención y el renacer espiritual. La obra de bronce que caracteriza la Puerta Santa, realizada en 2000, está llena de simbolismo cristiano y refleja temas de reconciliación y nuevo comienzo. El aspecto artístico de la puerta combina elementos modernos con técnicas tradicionales de fundición de bronce, creando una obra que se integra armoniosamente con la arquitectura barroca de la basílica.

El interior de la Basílica

El interior de la Basílica de Santa María la Mayor es un auténtico museo de arte cristiano que alberga algunas de las obras de arte sacra más antiguas y significativas de Roma.

Mosaicos, Techos y Suelos

Entre estos elementos, destacan especialmente los mosaicos paleocristianos, en particular aquellos que adornan la nave central y el arco triunfal. Estos mosaicos, realizados principalmente durante el pontificado de Sixto III (432-440 d.C.), representan escenas del Antiguo Testamento y de la vida de Cristo, y son considerados entre los ejemplos más importantes del arte paleocristiano. Narran historias como las de Abraham, Isaac, Jacob, Moisés y Josué, reflejando la continuidad de la fe de una generación a otra y subrayando la centralidad de María en el designio salvífico.

El techo dorado de la nave central, realizado bajo el pontificado de Alejandro VI (Rodrigo Borgia, 1492-1503), es una obra maestra de Giuliano da Sangallo. Este techo de casetones, adornado con oro, es famoso por haber sido decorado con el primer oro traído de las Américas, un regalo de la reina Isabel de Castilla. El techo no solo aumenta la majestad del interior, sino que también refleja la luz natural que penetra a través de una serie de ventanas superiores, iluminando los espacios inferiores y resaltando los detalles arquitectónicos y artísticos.

El famoso suelo cosmatesco, que data del siglo XII, es otro elemento distintivo del interior de la basílica. Este tipo de pavimentación, típico de numerosas iglesias medievales romanas, se realiza con piezas de mármol coloreado incrustadas para crear complejos diseños geométricos. El suelo de Santa María la Mayor no solo es hermoso a la vista, sino que también está lleno de simbolismo cristiano, con motivos que representan la vida eterna y la redención.

Las Capillas

Las principales capillas de la Basílica de Santa María la Mayor, la Capilla Sixtina y la Capilla Paulina, son tesoros arquitectónicos y artísticos que reflejan la profunda devoción y la rica historia religiosa de este lugar sagrado.

La Capilla Sixtina, que no debe confundirse con la capilla del mismo nombre en el Vaticano, fue encargada por el Papa Sixto V en 1585 y completada por Domenico Fontana en 1590. Esta capilla es una obra maestra de la arquitectura renacentista, concebida para albergar el Santísimo Sacramento y servir de mausoleo para el mismo Papa Sixto V. La capilla está construida en planta de cruz griega y presenta una amplia cúpula que corona toda la estructura, reflejando una estética que combina grandiosidad y espiritualidad. En su interior, la ornamentación es rica, con mármoles policromos, frescos y esculturas que decoran tanto las paredes, así como los altares. En el centro, bajo el imponente ciborio, se encuentra el oratorio del Presepio, un elemento de particular valor espiritual y artístico.

La Capilla Paulina, edificada a instancias del Papa Pablo V entre 1605 y 1611, es otro ejemplo de excelencia artística de la basílica. Diseñada por el arquitecto Flaminio Ponzio, esta capilla también está construida en planta de cruz griega, con una gran cúpula que domina la estructura. La capilla está ricamente adornada con mármoles preciosos y cuenta con un altar mayor opulento, donde se conserva el venerado icono de la Salus Populi Romani, uno de los símbolos marianos más importantes para la ciudad de Roma y para el mundo católico. Los frescos y las decoraciones murales de esta capilla, realizados por artistas de la talla de Guido Reni y el Cavalier d'Arpino, representan episodios de la vida de la Virgen, añadiendo un nivel adicional de belleza y significado espiritual a esta extraordinaria capilla.

Las tumbas principales

Además, la Basílica de Santa María la Mayor no es solo un lugar de culto, sino también un importante sitio de sepultura para algunos de los pontífices y personajes históricos más significativos de la Iglesia Católica, cuya presencia enriquece el valor histórico y espiritual de esta extraordinaria basílica.

Entre los pontífices sepultados en la Basílica, se encuentran figuras clave en la historia de la Iglesia:

  • El Papa Clemente VIII (Hipólito Aldobrandini, pontificado 1592-1605), conocido por haber convocado el jubileo de 1600 y por su papel en el edicto de Nantes

  • El Papa Pablo V (Camillo Borghese, pontificado 1605-1621), cuyo pontificado es recordado por el énfasis en el fortalecimiento de la autoridad papal y por el apoyo a las artes, encargando muchas de las obras de arte que hoy adornan la basílica

  • El Papa Clemente IX (Julio Rospigliosi, pontificado 1667-1669), célebre por su mecenazgo de las artes y por haber promovido la reforma de la liturgia

Además de los pontífices, la basílica alberga también los restos de Gian Lorenzo Bernini, uno de los artistas más influyentes del barroco romano.